DISCURSO DE LA DRA. IREY GÓMEZ SÁNCHEZ CON MOTIVO DEL
DIA DEL TRABAJADOR SOCIAL.
LUGAR: CAMARA DE COMERCIO DEL ESTADO SUCRE. CUMANÁ.
Distinguidos:
Presidente de la Cámara
de Comercio del estado Sucre, … y demás miembros de la Junta Directiva.
Presidente del Colegio
de Trabajadores sociales del estado Sucre; Lic. Leoner Calzadilla y demás
miembros de la Directiva gremial.
Apreciados colegas,
invitados especiales, señoras y señores,
Ante todo quiero
ofrecer mis palabras de agradecimiento al Colegio por darme la oportunidad de
dirigirme a Ustedes en tan especial momento como lo es el Día del Trabajador
Social. No es casual que la misma se haya dado en un momento de mi vida en el
que por fortuna han ido pasando cosas interesantes, por ello, también quiero
dar gracias a Dios y encomendarle por el bienestar de todos ustedes y el de
nuestra querida ciudad de Cumaná.
Quiero comenzar recordando
que hoy se cumplen más de 70 años de aquel histórico 29 de Enero de 1942 en el
que se graduó el primer grupo de profesionales, dirigidos por la digna colega
Luisa Amalia de Vegas, ejemplo hoy en día para las nuevas generaciones en esta
disciplina. Desde este punto de vista, el Trabajo Social es una disciplina
consolidada en Venezuela. En esta larga trayectoria, es un día oportuno para realizar un balance de
los avances del trabajo social venezolano, dónde
nos encontramos y hacia dónde vamos. Es decir, examinar nuestra práctica académica, profesional y científica. Por
eso yo pido que este día además de la celebración sea también propicio para la
reflexión que bajo las interrogantes antes mencionadas estamos todos en el
deber de realizar.
Por lo antes
mencionado, voy a aprovechar este momento para hacer algunos planteamientos
acerca de lo que caracteriza nuestro horizonte como práctica profesional. Al
respecto, Mercedes Escalada en un
interesante artículo acerca de la especificidad del trabajo social, afirma que
en nuestro caso el objeto de
intervención es a la vez objeto de conocimiento, dicho objeto se refiere “a
las necesidades o problemas de la gente y su incapacidad para satisfacer o
resolverlos con sus propios recursos”.
Un punto importante que hay que aclarar respecto a este objeto de
intervención -que en el caso de los docentes debemos enfatizar a los
estudiantes- es que hay que evitar la confusión en nuestras funciones profesionales y por
ende, evitar la distorsión de la práctica profesional. Por qué digo esto, somos
mediadores entre los recursos y las demandas o necesidades de la gente, en
otras palabras, realizamos la gestión social de un problema, no somos los
proveedores de recursos para satisfacer dicho problema, tampoco nuestra labor
consiste en hacer trámites y más trámites.
Con esto quiero
recalcar algo que ya se dicho bastante: la intervención profesional y
específicamente, el cumplimiento de nuestras funciones de gestión, asistencia,
prevención, rehabilitación y promoción social, requieren de un conocimiento
técnico y científico del problema social específico de que se trate. Por tanto,
tenemos que defender el espacio profesional y cumplir nuestras funciones como
es debido, especialmente, hoy en día en Venezuela, se viven situaciones muy
complejas, desde el punto de vista político, económico y social. Ustedes más
que nadie, están claros en ese panorama, en momentos así se corre el riesgo, de
que grupos de poder (sean estos
económicos, políticos o institucionales) presionen a los trabajadores
sociales para que éstos hagan un tipo de intervención profesional que satisfaga
intereses particulares, garantice el
orden social y opere como muro de contención de las expectativas o demandas de
amplios sectores o grupos de la sociedad.
El punto que
pongo en el debate es que tenemos que luchar contra la distorsión de nuestra
práctica profesional, de nuestro oficio como trabajadores sociales, siempre se
lo decía a los estudiantes y lo repito aquí una vez más, no pasamos por una
universidad durante más de cinco años, realizamos tres prácticas y nos formamos
de manera multidisciplinaria, para que luego, un sector interesado nos convierta
en un simple realizador de trámites o lo que es peor en un activista político. Cualquier
persona puede fungir de activista o gestionar bienes y servicios, pero para
actuar desde el trabajo social, se necesita tener un conocimiento científico de la
realidad social o el micro escenario, en el que nos corresponde actuar,
necesitamos además, el manejo preciso de las herramientas teórico-metodológicas
y técnicas adecuadas a cada situación. Pero, además y quizás sea esta una de
las exigencias más importantes: se requiere de un profesional con compromiso
ético-político.
En el actual
escenario venezolano, de tanta polarización política y desafíos desde el punto
de vista de la gobernabilidad, tenemos que estar atento en lo antes
mencionados: no somos gestores, ni activistas políticos, ni servidores al poder
para acallar las voces de los ciudadanos. Lo cual no quiere decir, que vamos a
volver a la pretendida asepsia y neutralidad profesional, todos tenemos una
postura ideopolítica y eso es saludable y tampoco es malo tener militancia
política o religiosa. Lo que tenemos que rescatar es que el trabajo social
tiene unas funciones, valores, que están enmarcados en determinados enfoques o
perpectivas teórico-metodológicas, que según las exigencias de la realidad
social se redimensionan o recrean mediante la práctica profesional. Por tanto, no debemos seguir confundiendo u
homologando asistencialismo con trabajo social.
Llegado este
punto, nos preguntamos, hacia dónde vamos en materia de políticas sociales,
promoción social, rehabilitación y prevención social. Qué debemos hacer
profesionalmente para estar en sintonía y a la altura de los procesos sociales,
para contribuir desde nuestra disciplina con la trasformación de la realidad
venezolana. Cómo respuesta general, yo diría que no podemos saber hacia dónde
vamos, si no tenemos claro, dónde estamos parados en este momento, es decir,
que caracteriza en la materia que nos interesa, la Venezuela de hoy en día.
Como todos
sabemos, en Venezuela, las políticas públicas y particularmente, las políticas
sociales han jugado un destacado papel en el proceso modernizador, desde las
políticas de fortalecimiento de capital humano, las intervenciones en el
mercado laboral hasta las políticas de controles de precios y salarios. Sin
embargo, también es conocido que la inclusión de dichas políticas en la agenda
pública, su expresión en la planificación nacional y la participación ciudadana
en las mismas, no depende tanto de su formalización en una ley o decreto, o de
la voluntad profesional, sino más bien del poder que tengan determinados grupos
o sectores con capacidad de movilización
o de presión ante el Estado, para imponer social y políticamente, dichas
políticas.
Históricamente, el
intervencionismo de Estado, a través de las políticas públicas fue el principal
medio de modernización del país, en el contexto de una democracia
representativa, que adquirió un rol calificado como
populista-paternalista-clientelar. Siendo el duo Estado-partidos políticos, el
principal agente de modernización, se produjo una hegemonía de lo político y
un monopolio de la esfera pública por
parte de las fuerzas o grupos en el poder. En los últimos 15 años, a pesar de los
esfuerzos jurídicos-normativos, por ejemplo, los avances en materia
constitucional, tal realidad ha cambiado poco. Un ejemplo de ello es que el
gasto social y con ello el desarrollo de las políticas públicas, sigue
respondiendo a una racionalidad, en la que el funcionario público y el operador
político, están más pendientes de aquellas acciones que le dan legitimidad al
sistema político, sin importar la eficiencia en la atención de las demandas y
necesidades sociales de la población venezolana. Una consecuencia de ello es
que hay poca labor de seguimiento, evaluación y control de dichas políticas. La
partidización de la esfera pública debilita la realización de estas actividades
y con respecto a nuestro ejercicio profesional, interfiere un abordaje en el que se haga una compresión integral de
la realidad y se apliquen políticas sociales bajo una perspectiva destinada a
que los ciudadanos sean ciudadanos y meros asistidos sociales.
En ese mismo
orden de ideas, para nadie es un secreto que todavía existe una brecha entre la
norma y la realidad. Hoy día tenemos una excelente constitución, leyes que
protegen al ciudadano, que impulsan la participación, la planificación, el
poder popular, entre otras. Sin embargo, eso no es suficiente, porque además de
las leyes tenemos que transformar la estructura del Estado y la cultura
política de nuestra gente, entre otras cosas. Mientras esto no ocurra, el
trabajo social también tiende a mantener su espíritu conservador. Por ejemplo,
en algunos escenarios institucionales que se niegan a cambiar el quehacer
asistencialista o en otros, que promueven un estilo desarrollista que reduce la
profesión a una búsqueda incesante de recursos para satisfacer demandas
sociales, sin tomar en cuenta, el carácter de estas demandas dentro de lo que
son las necesidades sociales y su relación con el Estado y las políticas
sociales.
Con lo
anteriormente expresado, sólo se ha resaltado un aspecto del diagnóstico, pero
hay más cuestiones o problemas que nos afectan profesionalmente hablando. Independientemente de eso, no podemos perder
de vista que el funcionamiento del Estado,
del sistema político y la misma cultura política de nuestra gente, configura ciertos patrones en el desarrollo de
las políticas sociales y por ende, en el ejercicio profesional. Es por ello que
cada vez que un determinado grupo de poder (sea económico o político), trata de
capitalizar dividendos a través de la asistencia social a los más pobres,
aparece como mediador un trabajador social. Pero como ya lo mencione
anteriormente, en esencia nuestra tarea es otra.
La pregunta que
ustedes se deben estar haciendo es: Cómo escapamos a esto, cómo sorteamos esta
realidad para hacer valer aquello que dice que somos agentes de cambio? Aquí
volvemos al punto inicial, tenemos que recuperar y fortalecer nuestra identidad
como trabajadores sociales que como dije anteriormente tenemos una formación
que nos permite hacer diagnóstico, investigación, planificación y evaluación de
los problemas sociales, desde una dimensión psico-social. Es decir, tomando en
cuenta, no solo la dimensión estructural de estos problemas y cómo éstos se
manifiestan en la sociedad, sino también cómo afectan a la persona y cómo
podemos ayudar a esa persona a convertirse en un actor social y no en un sujeto
que vive perennemente asistido por el Estado.
Dicho esto, queda
claro a mi parecer que la intervención profesional SE CARACTERIZA POR EL HECHO DE QUE EL TRABAJO
SOCIAL DEBE ACTUAR EN DOS NIVELES, A SABER:
1.
NIVEL
PSICOSOCIAL: EL MODO COMO LOS PROBLEMAS EN LA ESTRUCTURA SOCIAL
AFECTAN SOCIAL Y PSICOLOGICAMENTE AL SUJETO, Y
2.
NIVEL
VIVENCIAL: EL MODO COMO EL SUJETO VIVE O SIENTE SU PROBLEMA O
SITUACIÓN SOCIAL.
Tenemos aquí una síntesis de una discusión que
históricamente se ha venido dando en torno al objeto de la disciplina, si bien
atendemos situaciones o problemas relacionados con la falta de bienestar
social, no nos quedamos sólo en las manifestaciones estructurales de los
mismos, sino que nos interesa abordar también, como esta falta de bienestar afecta
o perturba la esfera laboral, familiar, social y comunitaria del sujeto y cuál
es la vivencia que él tiene al respecto. Estos dos niveles nos liberan de la
visión reduccionista que se quedan en lo estrictamente psicologista o sociológico,
combinando ambas perspectivas y el lado
subjetivo, del sujeto afectado.
Por otra parte, dos
aspectos claves para avanzar serían el desarrollo de políticas sociales y
políticas públicas en general que vayan en pro del desarrollo social y la construcción
de ciudadanía y por otro lado, fomentar la participación ciudadana en ese
desarrollo de forma autónoma y autogestionaria.
Con estos dos últimos puntos, estamos diciendo que en esencia la función
del trabajo social es también una función político-educativa, al tratar de
promover en el individuo ciertas cualidades o habilidades y una estructura de
pensamiento, que le permita romper con cualquier tipo de subordinación. Por
tanto , el empoderamiento ciudadano es
clave para el avance de la profesión. Esta
función política está implícita en todo lo que hacemos, pero no es algo
exclusivo del trabajo social, más bien nosotros desde nuestra especificidad
profesional brindamos un aporte.
De igual manera,
es bueno señalar que si bien nos movemos en escenarios sociales o
institucionales que intentan dar respuesta a situaciones que tienen que ver con
la pobreza y aunque a veces desde el Estado se pretenden dar soluciones
asistenciales, no hay que olvidar que la pobreza es un problema estructural y
multifactorial, por ende, tiene que ser comprendido y abordado en sus
dimensiones antropológicas, políticas, históricas y socioeconómicas. Por tanto, no es la
atención a la pobreza per se, lo que nos define y fortalece profesionalmente
hablando sino la posibilidad de construir o aportar soluciones a la misma desde
una perspectiva interdisciplinaria y transdisciplinaria. Así que a propósito de este tema, aprovecho la
oportunidad para resaltar que en este
momento vivimos un conjunto de transformaciones en lo que se ha dado en llamar
el sistema global, el sistema-mundo o la economía capitalista. En ese contexto
que algunos llaman de la postmodernidad, existe también en las ciencias
sociales una discusión acerca de nuevos paradigmas, enfoques, conceptos que
permitan realizar las lecturas de esta nueva realidad. Para el trabajo social,
por ejemplo, conceptos, realidades y fenómenos,
tales como: familia, relaciones interpersonales, trabajo, pobreza, entre otros,
ya no pueden ser entendidos, ni mucho menos abordados de la manera
tradicional. Por eso, comparto
plenamente lo que al respecto dice la colega Teresa Matus, en cuanto a que: “en las maneras de nombrar el contexto de
transformaciones que vivimos se juegan, … las posibilidades de configuración
profesional, y … perspectivas metodológicas” (2001). Esto nos lleva a la necesidad de dar un
giro epistemológico en nuestra manera de
acercarnos a la realidad, tenemos que ser más comprensivos, creativos e
interpretativos, alejándonos de las visiones positivistas, lineales, que muchas
veces colocan los métodos, las leyes, las técnicas y las ideologías por encima
de la realidad. Así como una melodía que
nos gusta, tenemos que poner atención a los
distintos sonidos que la componen. Ya pasó el tiempo, de los
pensamientos únicos, de los grandes relatos y las categorías omniexplicativas.
Ya podemos andar sin las muletas del funcionalismo o del marxismo. Podemos,
construir a partir de la investigación e intervención en la realidad nuestras
propias categorías de análisis y desde ahí, redimensionar nuestro ejercicio
profesional de acuerdo a los cambios en el contexto social.
Un aspecto al que
no puedo dejar de referirme es al de la Ley del Ejercicio Profesional del
Trabajo Social, opino que su aprobación es un
gran avance, no obstante hay artículos en su contenido que merecen una
discusión, ya que se utilizan conceptos o ideas que nos llevan a etapas ya
superadas por esta disciplina. De igual modo, resulta cuestionable y
problemática en el articulo 5, la inclusión o más bien la superposición de
otras profesiones que aunque pueden tener algún grado de afinidad, en esencia
no guardan relación con la naturaleza del trabajo social. Tal como lo hemos
resaltado antes, nuestra función no se limita a la tarea de gestionar bienes y servicios en las comunidades. Así que este es un asunto que también se debe
resolver para el bien de todos.
Como bien lo señalan dos
distinguidas colegas costarricenses como María Lorena Molina y María Cristina
Romero (1999): “Las profesiones son
formas socio técnicas del trabajo humano, más o menos vinculadas, que dan
respuesta a una parcela más o menos determinada de la realidad, y para ello,
capta e interpreta situaciones y fenómenos valiéndose de todos los
conocimientos y campos del saber que le sean necesarios y elabora propuestas de
intervención que contribuyan a la solución de problemas.
En consecuencia, no hay profesiones
científicas y profesiones técnicas, sino prácticas o actividades científicas, y
no hay campo de conocimiento científico exclusivo de una profesión.”
Concluimos con
esta cita, que los desafíos que hemos planteado no son exclusivos del trabajo
social, por ello sin perder nuestra identidad profesional, tenemos que considerar
el actual cambio de paradigmas, articular las teorías sociales desde lo
transdisciplinario y reconstruir nuestra práctica profesional, conservando
los valores y principios que nos han
definido como una profesión al servicio
de la gente. Tal como lo afirma Ander Egg, “hoy
el nuevo humanismo supone la preocupación de todo el hombre y de todos los
hombres, cuyo propósito es la construcción de una sociedad más fraterna, más justa e inclusiva. En esa
dirección andamos los trabajadores sociales.
Muchas gracias
por su atención… y feliz día para todos!!!!
Cumaná, 29 de
Enero de 2014.
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