La pregunta es ¿hay en Venezuela en este momento "políticas sociales socialistas"? Tal interrogante se plantea dado que los altos funcionarios gubernamentales al calificar los cursos de acción en materia agroalimentaria, habitacional o educativa, utilizan a menudo tal expresión. Se entiende que esto forma parte de un discurso en la formulación y gestión de las políticas públicas que al colocar este rotulo quiere poner el énfasis en el componente ideológico, es decir, tales políticas responden a un proyecto político de corte socialista. Más allá de considerar la política social como "una construcción ideológica hegemónica de los grupos de poder" (Hernàndez, 2009), vale la pena revisar la consistencia entre el discurso y la realidad.
Se observa la tendencia -al menos en el discurso- a marcar una diferencia entre la actual gestión social y las anteriores "políticas sociales capitalistas" o del llamado período de ajuste neoliberal. No obstante, la orientación ideológica del gobierno debería llevarlo a la adopción de un modelo o enfoque de política social: en este caso cabe esperar que se defienda el modelo universalista con enfoque de derecho social, en oposiciòn al modelo residual que se impuso en los años noventa, que tanto ha sido criticado en los diagnósticos oficiales.
En el actual contexto podemos apreciar varios elementos para el debate, a saber:
En el actual contexto podemos apreciar varios elementos para el debate, a saber:
- Desde el punto de vista operativo, política social se ha centrado en la satisfacción de las necesidades básicas o los déficit sociales acumulados de bienes y servicio sociales, cuestión que no conlleva automàticamente a la calidad de vida y el bienestar social de la población. Mucho menos si la política social se reduce a la atención de demandas puntuales, sin tomar las medidas necesarias para garantizar la equidad y eficiencia en la asignación y ejecución del gasto social.
- La tentaciòn proselitista, especialmente en coyunturas preelectorales, lleva a los gobiernos subnacionales y locales a privilegiar las transferencias directas de bienes y servicios, típicas del modelo residual de política social de los años noventa. La proyección mediatica de este tipo de "ayuda social" y el afán por recibir el "agradecimiento popular" refleja el interés de los actores políticos en ejercicio de gobierno por capitalizar el dividendo que deja el ocuparse de la entrega directa de estas transferencias. Aquí se cae el discurso del modelo de políticas sociales "socialistas".
- Cabe destacar que este último aspecto no es algo nuevo, ni ajeno a lo que ha sido uno de los objetivos principales de dicha política: brindar legitimidad política al gobierno, mediante la redistribución de una parte de la renta petrolera. No obstante, en los últimos años, parece que se ha vuelto más delgada o difusa la línea que separa institucionalidad pública y el partido de gobierno o la separación que debe existir entre la estructura del Estado y el ámbito privado de los intereses y aspiraciones personales de los dirigentes políticos.
- Lo que antes era criticable, como por ejemplo hacer proselitismo político con los recursos o programas sociales, hoy en día se ha impuesto como la norma. Al punto que los beneficiarios de las políticas sociales -aún cuando compartan ideològicamente o simpaticen con la ideología revolucionaria- les cuesta hacer una crítica respecto a este punto. Por ejemplo, en las misiones educativas, una "materia adicional" es el acompañamiento que los estudiantes o participantes deben dar a las actividades partidistas o movilizaciones organizadas por el poder ejecutivo. Se confunde entonces el disfrute de un derecho social como lo es la educaciòn con la lealtad del beneficiario hacia el proyecto político del gobierno.
- En consecuencia, al exigir lealtad y acompañamiento, las personas no reciben trato de ciudadanos con derechos sociales, sino el trato de asistidos sociales con el deber de lealtad al proceso político. Esta práctica está generalizada en todos los niveles de gobierno y en todas las toldas políticas que tienen algún nivel de poder, de transferencia de ingreso o de manejo de la política social. Por tanto puede decirse que forma parte de la "cultura política" nacional.
En suma, los aspectos antes citados contradicen la emergencia de un nuevo modelo de política social. Los problemas presentes más bien refuerzan las tendencias de los años noventa, respecto a la gestión social aunque el discurso se presenta en un nuevo formato "socialista-revolucionario".
Es pertinente la evaluaciòn e investigaciòn del tema.
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